Ya en los cincuenta, la Indochina francesa había sido
considerada importante por sus materias primas pero, sobre todo, por el efecto
que tendría su caída. Estados Unidos resultó un dubitativo participante en las
conversaciones de Ginebra y no quiso firmar los acuerdos de 1954, probablemente
como consecuencia de su política respecto a China en estos momentos. El
resultado de los acuerdos de 1954 fue que se internacionalizó la paz pero sin
ninguna garantía efectiva. En consecuencia, los vietnamitas del Norte pudieron
tener la sensación de que se les dejaba la posibilidad de acabar conquistando
el Sur. Por otro lado, fue el nacionalismo y no ninguna consigna de Moscú el
que produjo la sublevación allí. Cuando Kennedy llegó al poder el número de
norteamericanos en Vietnam era de apenas 685. Vietnam del Sur tenía 14 de los
25 millones de habitantes del país y la mayor parte de los recursos
alimenticios, pero nunca tuvo conciencia de ser una nación. La conclusión a la
que llegó el presidente norteamericano fue, sin embargo, que si los Estados
Unidos tenían que luchar por el Sudeste asiático limitando el avance comunista
lo debían hacer por Vietnam del Sur. En consecuencia, pronto el país se
convirtió en el quinto país del mundo en recibir ayuda norteamericana. Eso, no
obstante, no mejoró su dirección política: Ngo Dinh Diem, su presidente, era
uno más del millón de personas que había abandonado el Norte en el momento de
la victoria de los comunistas, mucho más un enemigo de éstos que un nacionalista.
Déspota y católico, en un país en que esta religión recordaba al pasado
colonial, mantuvo a 50.000 personas en la cárcel. Al principio Diem dio la
sensación de ser un gestor eficaz pero, rodeado de una especie de corte
imperial, acabó por exasperar a sus aliados. Kennedy dijo de él: "Diem es
Diem y es lo mejor que tenemos", pero en el momento en que el número de
norteamericanos en Vietnam llegaba a 18.000 y se había producido una revuelta
budista tuvo lugar el derrocamiento de Diem (noviembre de 1963). El propio
embajador norteamericano apoyó el golpe, iniciando un proceso por el que los
Estados Unidos se involucraron en exceso en la política de aquel a quien
querían proteger. A partir de este momento, cuanto más aumentaba la presencia
norteamericana en Vietnam más insistían desde Washington en la reforma
política, llegando a intromisiones inaceptables y, al mismo tiempo, más se
americanizaba la guerra. De otro lado, cuanto mayor era la inseguridad de los
sudvietnamitas en el poder, al mismo tiempo más autoritario se volvía el
Gobierno de Saigón. En 1964 hubo nada menos que siete Gobiernos, lo que es
lógico si tenemos en cuenta que la expulsión de Diem había producido un
profundo vacío político. Kahn, el sucesor de Diem, fue un personaje simplemente
cómico. Nunca hubo, por parte norteamericana, una evaluación del adversario ni
del hecho de que las guerras largas, igual que la de Corea, acaban quebrando el
consenso interno de las democracias. Cuando surgieron dificultades a medio
plazo, los mismos que habían defendido la necesidad de intervención cambiaron
radicalmente y hablaron de la necesidad de una retirada. El adversario acabó
por ver los signos de buena voluntad como testimonios de debilidad.
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